En realidad, las impresoras 3D no son tan diferentes de las antiguas, o quizás, sería más acertado compararlas con los plotters. En ambos casos, son dispositivos con un cabezal que cuenta con tinta o una herramienta de dibujo que se mueve en un sólo eje formando puntos o líneas, mientras que el propio cabezal o el papel se va moviendo en otro eje permitiendo formar imágenes en dos dimensiones. Pues con las impresoras 3D tenemos, como su propio nombre indica, una tercera dimensión que permite dar volumen a los “dibujos”.
Así, sólo con tener un modelo 3D, que luego gracias a un software específico se dividirá en capas que iremos imprimiendo una encima de otra como en una impresora convencional.
La gran diferencia: en lugar de imprimir tinta sobre papel, normalmente lo que hacemos es ir capa por capa depositando un material fundido que se va enfriando, o endureciendo.